El pasado domingo 26 de noviembre un grupo de aventureros del ITSQMET, se encaminaron a visitar la Reserva Geobotánica Pululahua, sitio ubicado en el sector Norte de Quito cercano a la Mitad del Mundo en la provincia de Pichincha, para de ahí bajar a su vistoso cráter, uno de los pocos en el mundo que están habitados y subir a uno de los pequeños cerros que la compone: “El Chivo” con una altura de 2698 msnm. En un recorrido que prometía aventura, naturaleza y esparcimiento tan necesario para el espíritu agobiado por el estrés de la semana laboral.
Desde las 7 de la mañana el transporte se encaminaba partiendo de nuestra sede Sur ubicada en Chillogallo, llegando al campus matriz en el sector de la Tola Baja y completar el equipo que en número llegaban a los 27, de diferentes edades, géneros, provincias, pero con iguales ganas de explorar.
Avanzando por occidental y la autopista Manuel Córdova Galarza, los participantes nos contaban algo de su historia personal y las expectativas que tenían de ese día. Ya en el parqueadero de la Reserva, el clima ayudaba mostrando un espectacular paisaje: el cráter al fondo y custodiado por varios cerros a su alrededor, un grupo de casas que se distribuían a lo largo de la inmensa planicie del volcán apagado pero activo. Se empezó con el descenso en una caminata por senderos, ya marcados, para llegar al punto de encuentro que nuestro guía nos había mencionado: La Casa de Hacienda, lugar que mostraba la inclemencia del paso del tiempo sobre ella.
El sitio elegido mostraba un paisaje sereno con una calma que invitaba al relax y la integración, las casas alrededor ofrecían lugares para el descanso, comida típica y varias actividades de aventura. Escogimos el sendero hacia nuestro objetivo el cerro el Chivo que cruzaba por paisajes naturales poco frecuentados, la pendiente de a momentos iba incrementándose, subiendo el nivel de esfuerzo que requería y poniendo a prueba nuestra condición física, la cima nos encontró a todos con la alegría de alcanzar el desafío propuesto la camaradería y el trabajo en equipo se convirtieron en elementos cruciales para lograrlo.
Bajando del cerro almorzamos, luego teníamos tiempo libre para conocer el sitio, algunos optaron por rentar bicicletas otros mas avezados se fueron a montar a caballo y recorrer la planicie del cráter, la neblina comenzó de a poco a caer y ya fue tiempo de retornar al parqueadero. Rumbo cuesta arriba nuevamente, paso a paso acompañados de varios grupos de personas que también habían optado por visitar el sitio el mismo día. Ya en la parte superior el genial encuentro con el transporte que nos conduciría de regreso a los puntos de encuentro.
Singular experiencia que se disfrutó a plenitud, la naturaleza se portó generosa con un estupendo clima y mucho para observar, el grupo realmente amigable con miles de carcajadas e historias para contar y el sitio inolvidable. Algo cansados regresábamos a casa con la idea y pedido general: “¿Cuándo y a donde va a ser la siguiente salida?”.